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ADIÓS A UNA MADRE, 10 DE OCTUBRE DE 2016

ADIÓS A UNA MADRE, 10 DE OCTUBRE DE 2016

Matilde Valverde Gutierrez, Villanueva de los Infantes, 20 de noviembre de 1928, Madrid 8 de octubre de 2016

 

Mi madre falleció el día ocho de octubre de dos mil dieciséis pasadas las cuatro de la madrugada. Tuvo una transición suave. Su respiración fue haciéndose cada vez más lenta y en un momento impreciso dejó de respirar.

Junto a ella estábamos sus cuatro hijos, nueras y una nieta. Tenía miedo a morir, no obstante su marcha la hizo con el rostro en paz y belleza.

Sólo he visto morir antes a mi padre. No sé cómo sean otras muertes, excepto la suya y la de mi madre. Sin embargo, esta, la de mi madre, ha sido uno de los regalos más hermosos que jamás haya podido tener. Yo estaba muy cansado; tenso, rabioso. Me resistía a contemplar su agonía. Acababa de hacer cerca de trescientos kilómetros para estar a su lado. No podía parar quieto. Salía y entraba de la habitación, mareando los pasillos.

No sé cuándo pero comencé a sentir paz. Entré en la habitación. Me senté en una esquina. Mi hermana me pidió que tomase a mi madre de la mano derecha. Lo hice. Mi madre enlentecía los latidos y las inspiraciones. Tuve la impresión de que era una especie de broma; que iba a abrir los ojos y darme un susto, como en ocasiones solía hacer.

Mi hermana sujetaba cada movimiento de mi madre con un amor que me es imposible describir. Mi hermano pequeño, el más afectado, se resistía. Pero también la tomó de la mano, en este caso la izquierda, y en un momento los dos hijos, el mayor y el pequeño, establecimos un puente de unidad con ella. Ese puente se estableció también con mi esposa y mi hermana lo mantuvo con todos.

Mi otro hermano, contenía las emociones y un poco lo que allí estaba sucediendo. Mi esposa, cuñadas y sobrina, corazón pleno, regalaban una serenidad y apoyo preciosos en esos instantes donde el tiempo es tan solo un espacio más, abierto al infinito.

Mi madre ha llevado hasta el final su gracia manchega. Sorprendía con expresiones y recuerdos probablemente embellecidos por las palabras más que por las cronologías.

Una madre tal vez excesiva en su entrega. Sus hijos, de cincuenta y sesenta años seguían siendo niños para ella. Jamás guardó rencor hacía nadie. Amaba la vida y a la gente. Eso la mantuvo con vida en un cuerpo apenas válido para sostenerse. Todos los días rezaba un rosario por sus hijos, nietos y familiares, y de añadido cuantos fueran precisos por las causas sufrientes de este mundo.

Voy a respetar los tres días lejos de sentimientos trágicos; muy al contrario estaré en el gozo de sentirla viva en mi corazón. Rezo por ella y si la intuición me resulta cierta, sea cual sea la broma siento que el vuelo que mi madre ha emprendido lo ha hecho sin escalas.

Madre, descansa en paz. El amor que nos dejas es la herencia más valiosa que jamás hubiésemos soñado alcanzar.

Te amamos.

 

TUS HIJOS, NUERAS Y NIETOS

Madrid a 10 de octubre de 2016

FLV, flimonche@coitt.es

 

 

 

1 comentario

Jose Ramón -

Conmovedor y a la vez bello relato el que has hecho de los últimos momentos de tu madre. Gracias por compartirlos. Un fuerte abrazo en estos tristes momentos.