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LA PEREGRINA, 17 de julio de 2016

LA PEREGRINA, 17 de julio de 2016

Llevaba tres días caminando a su lado. Habían coincidido en Villafranca del Bierzo. Recorrían el camino de santiago, animados por un mismo propósito: compartir experiencias. Pernoctaban en polideportivos o al raso.

La noche de la etapa de Palas de Rey el calor y los ruidos aconsejaron a un buen número de peregrinos salir a la campa situada en los alrededores del polideportivo.

Ellos dos buscaron acomodo solitario junto a una pequeña rampa donde apoyar la cabeza y dormir contemplando las estrellas.

María, ¿puedo abrazarte? Bueno, si te apetece… Pero has de abrazarme justamente ahí, inició la mujer el esbozo de un reproche. La turgencia al tiempo que calidez de los pechos se abrieron repentinamente de igual manera que la cremallera de su saco de dormir

Tengo novio, creyó entender el hombre antes de sumergirse en el espacio infinito de la piel desnuda más dulce que jamás hubiera paladeado.

Los labios de María rezumaban miel. El pecho le latía con ritmo de música deliciosa. El calor había desaparecido. La humedad lo impregnaba todo. Quiso Fernando avariciarla entera. Disfrutar de cada zona de su cuerpo como quien se embelesa en el firmamento. Nada más bello; nada tan cierto.

Quiso también decirle que la amaba pero apenas la conocía. Quedaron ambos sin palabras, acurrucados y enlazados en posición fetal.

La noche les cubrió finalmente de suave manto. Soñaron que el Camino de Santiago se iniciaba justo en aquel instante.

 

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