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¿Conozco? Día de la onomástica de mi padre, 25 de julio de 2017

¿Conozco? Día de la onomástica de mi padre, 25 de julio de 2017

¿Conozco?

 

FLV

 

Conozco que yo conozco algo. Todo lo que conoce es; luego yo soy (Gómez Pereira. 1500-1558)

 

Este pensamiento del médico y filósofo español Gómez Pereira me induce a reflexionar sobre lo que creo conocer de mí mismo.

Asumo que la corporalidad humana, receptáculo del cerebro pensante, pueda ser semejante a un vehículo de vida, que se mueve a través de la experiencia para percibirla y apreciarla.

Tres aspectos según entiendo identifican las grandes áreas de la misma: física, mental y conciencial.

Como partes diferenciadas al tiempo que vinculadas en unidad cada una viene dotada de su correspondiente manual de instrucciones.

El recorrido obvio del vehículo de vida comienza a la salida del túnel materno y finaliza en el que traspasa al lado incierto.

La velocidad de desplazamiento suele alcanzar el tiempo cronológico que se nos asigna y en el mejor de los casos llega a los ciento veinte por vida.

No prestar suficiente atención al recorrido; estar distraído escuchando los ruidos de la radio loca o entretenerse con el móvil del desconcierto, puede acarrear un accidente o un pasar sin sentir el aire de carnalidad.

Sucede además que no hacer coincidir la marcha de las tres partes diferenciadas puede implicar que la mente se anticipe, la emoción se retrase o el cuerpo se resquebraje antes del tiempo.

Lo conciencial es lo realmente indispensable; lo otro se encuentra a su servicio. En ocasiones la comunicación entre las partes es deficiente, falla, se bloquea e impide el contento de estar vivo.

Conozco que conozco apenas nada más. Imagino que el recorrido de la experiencia es inapelable. La única posibilidad es la de la no distracción y quizás el abrir un algo más las ventanillas para disfrutar de las sensaciones del recorrido.

Probablemente haya quienes nunca lo hagan y se cuezan vivos en el fuego de lo interno. También pueda ser posible aquietar las revoluciones, que no la velocidad, y sentir el relajo del silencio al pasar por alguno de los valles del recorrido.

Apenas si conozco algo más de este manual de instrucciones que intento descifrar con anhelo. He analizado multitud de generalidades de otros manuales, pero no consigo descifrar más del propio.

Percibo, siento, creo que el recorrido de la experiencia es apenas un instante y que lo eterno es seguro está más allá de los túneles.

Sé o creo saber que si el recorrido finalizase al traspasar el segundo de los túneles ni podría escribir lo que escribo ni sentir lo que siento. El instante ya habría transcurrido; lo finito y breve del camino se me habría olvidado o directamente nunca hubiera sido.

El anhelo de eternidad, sea lo que signifique esto, lo tengo arraigado y se me manifiesta en cada una de las señales del camino.

A mayor imaginación no llego, ni siquiera sé cómo expresar lo que es apenas candil confuso.

De no ser esto ¿cómo verme en perspectiva y sentir que soy parte de todo lo que es, ha sido y será?

Hoy será lo que mañana pensaste. Esto lo escribí con catorce años y aún no acabo de dar con la respuesta que atosigue mis miedos. El tiempo no existe; es espacio entre experiencias: pero envejezco y muero. ¿Dónde hallarte Dios mío si aún cubierto de rocío paso multitud de noches en espera?

Conozco que ni aún lo dicho me pertenece o sea parte de lo que soy. Seguiré buscando.

 

 

 

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