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Salí en pos de mí. LUNES 2 DE MAYO DE 2022

*Salí en pos de mí y no hallé sino la levedad de mi sombra*


¿Y qué es la experiencia de estar vivo, sino la de huir de la única compañía que es cierta y siempre te acompaña?
En ocasiones se escucha o pregona de matar el ego, la personalidad o máscara con la que interpretamos el papel principal de nuestra existencia. Pero yo no quiero matar nada o nadie. Quiero disfrutar de esta función de teatro cósmico, en la que vaya usted a saber porqué se nos ha dispuesto y vivirla como espectador atento, en compañía del Padre, del amar y del ser amado. 
El ego soy yo y yo no sé qué sea esto, excepto tal vez habitante asociado, compañía en mi dolor, miedo, alegría y esperanzas. Quizás similar a un conductor entregado veinticuatro horas, que habita en cuerpo cobarde, aterido de temores y apesadumbrado ante el fin. No obstante, !cuánto agradezco que nunca se haya cansado o despedido!
La función teatral se ve cada vez más acelerada; todo convulsiona y aproxima a su fin. ¿Qué hacer, de qué manera contribuir a un final de película de beso, felicidad y perdices?
Reconozco esta identidad indivisa en lo común: mis padres, antepasados y predecesores que desde el conocimiento de lo chico me llevaron a aproximarme a lo aparentemente grande. Ahora sé dos cosas que antes no sabía: que aun siendo actor secundario e interpretarlo en conciencia, no hay garantía de éxito y que en verdad nada se sabe de lo que antes bien parecía.
Voy a ser abuelo y aguardo brazos abiertos al hijo del hijo al que tanto quiero. Espero a mi nieto sonrisa y corazón fundidos en las palmas del alma, Dios de testigo y cielo por sombrero. 
Por eso afirmo no querer asesinar mi ego, ni por ello vanagloriarme de asesino, héroe o santo, sino de abrazo en el encuentro de mi encuentro.
El ego es el niño que fui. De bebé a abuelo y apenas si reclamo otra cosa que cariño, comprensión y entendimiento.
La palabra es instrumento del que se vale el alma para codificar el pensamiento. Quizás similar a un vehículo intercuántico que ayuda en el tránsito entre túneles: el de la vida, el de la muerte. Ello en verdad exige abrirse a los ojos de lo eterno, caminar recto, mirada erguida y pecho abierto.   
Empero sigo en la búsqueda de aquello que todavía no entiendo. Recuerdo, diez años atrás, en un retiro en el que la facilitadora se empeñaba en que como ella hablásemos “angélico”, especie de idioma similar al del que hacen uso los niños después de nacidos. No fui capaz de hacerlo.
Mi corazón taponado pretendía quebrar la coraza del pensamiento. Apenas si pude contemplar ráfagas de brillo en los ojos del firmamento. A ver si ahora, con mi nieto, de una vez por todas alcanzo a entenderlo. 
FLV

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