EL VASCO DE LA CARRETILLA, VIKTOR FRANKL Y LOS CAMINOS DE LA VIDA, 24 de diciembre de 2024
EL VASCO DE LA CARRETILLA, VIKTOR FRANKL Y LOS CAMINOS DE LA VIDA
A Guillermo Isidoro Larregui Ugarte, también conocido como “el vasco de la carretilla”, le tocaron la tecla del orgullo en una taberna argentina, al decirle que de vasco solo tenía la boina. Esto sucedía en mil novecientos treinta y cinco, cuando aún no había cumplido los cincuenta y la empresa petrolera del sur cesaba sus actividades extractoras por desórdenes del personal. El cierre dejó en el paro a un grupo de hombres, entre los que se encontraba Guillermo, con tiempo para el aburrimiento, la desesperanza y el alcohol.
En un calentamiento de boca, el vasco se apostó que «se animaría a cruzar toda la Patagonia a pie y llegar hasta Buenos Aires con una carretilla». Sus contertulios se rieron diciéndole que eso era imposible; sin embargo, catorce meses después y tras un recorrido de tres mil quinientos kilómetros, Guillermo llegó a Buenos Aires, donde fue recibido como un héroe. Desde entonces, y prácticamente hasta el final de su vida, recorrió otros lugares, la mayoría de las veces desolados, alimentándose de lo que ocasionalmente le daban o encontraba junto a los caminos, hasta completar veintidós mil trescientos kilómetros.
Lo imposible puede llegar a ser posible con determinación y propósito. Salir con vida de Auschwitz, tras cuatro años de infierno, le hubiera parecido, de haberse detenido a pensarlo, imposible, al doctor en siquiatría Viktor Frankl. No obstante, decidió actuar y aceptar el destino que la vida le tenía reservado. Para ello, tomó la íntima decisión de permitirse la única libertad a la que podía aspirar: la actitud con la que afrontar la tortura, enfermedad o muerte llegado el momento. Ello, unido al sentido profundo de su compromiso como médico, especialmente hacia quienes se hallaban cercanos al tránsito, resultó determinante tanto para él como para los que se acogieron a su palabra sanadora. Fueron su verbo y la logopedia, que desarrolló en circunstancias extremas, la única medicina posible en aquella dantesca situación.
Hay cosas que, conforme al conocimiento científico actual, no resultan posibles: por ejemplo, viajar más rápido que la luz o respirar bajo el agua sin botella de oxígeno. Pero, el hombre ha conseguido, entre otros y merced a la tecnología, adaptarse a climas extremos en lugares inhóspitos, al tiempo que llegado a alcanzar logros biológicos que años atrás parecían imposibles.
A medida que Guillermo sumaba kilómetros, hacía frente no solo a los desafíos del recorrido, sino a indagar en la búsqueda interna de significado. Alguno de los paisajes y experiencias, que tuvo la oportunidad de contemplar, le llevaron a reflexionar sobre la presencia de algo más grande que todo lo que conocía. En cada paisaje, en cada mano amiga que le ofreciera comida o un saludo afectuoso, él veía la intervención de Dios o sus ángeles, manifestados a través de las personas que hallaba en su camino.
El infernal contexto llevó a Viktor Frankl a dar sentido al más grande de los horrores humanos, cuando tuvo la certeza de que el sufrimiento puede tener un propósito. Frankl mantuvo desde el principio la convicción de que, aunque las condiciones externas resulten insoportables, la libertad de alma es lo último que se pierde.
El conocimiento científico y el avance tecnológico, con fines de paz, ofrecen un servicio innegable a la humanidad; mas, es la fe, conexión profunda con lo divino, quien ofrece la posibilidad de afrontar aquello que se presenta como insuperable, convirtiendo lo imposible en posible. Así ocurre cuando somos capaces de modificar la mirada con la que observamos cuanto nos sucede. Una visión sin juicio previo o una palabra amable puede cambiar todo en un instante; hacer del infierno paraíso y transformar lo grato en ingrato y, al contrario.
Hubo un hombre que testimonió esto con su ejemplo y cambió el rumbo del devenir humano. Donde predominaba el odio, puso amor; donde reinaba la arrogancia, puso humildad, donde oscuridad luz y así hasta la entrega total e inducir una gran esperanza en la humanidad. Cristo se convirtió en guía amable de cuantos peregrinos transitan por la vida y acaban transformándose en referencias luminosas de quienes les continuamos.
El vasco Guillermo dio sentido a su vida empujando una carretilla pertrechada de unos pocos enseres. Viktor Frankl lo hizo anteponiendo el servicio a los demás a cualquier atisbo, que lo tuvo, de salvarse a sí mismo. Cada ser humano ha de recorrer inevitablemente, tal y como Guillermo y Viktor, la senda que le ha sido asignada, haciendo de cada etapa la más grande de las experiencias, y de las adversidades, logros posibles y alcanzables.
FLV
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