EL MILAGRO DE ESTAR ATENTO, 4 de junio de 2025
El milagro de estar atento.
La publicidad de unos helados en la marquesina del autobús captó mi atención: "Pleasure Express". En cierta medida, podría decirse que iba dirigida a mí. Había cruzado la calle corriendo, sin reparar en que el semáforo se encontraba en rojo, y además de ello es que no tenía prisa ni iba a obtener recompensa alguna por llegar pronto a ninguna parte.
Fotografié con el móvil la imagen, con la intención de recordar que así me sucede con la lectura o el visionado de videos en YouTube cuando busco información. Voy de página en página, pretendiendo el placer inmediato de develar el conocimiento último de aquello que afanosamente busco y al final no sé si va de entender la vida o apaciguar mi miedo a morir.
La mayor parte de lo que percibo es repetición, en ocasiones sin matices distintivos, de lo que alguien dejó dicho o escrito antes. Después de indagar mucho, concluyo que no sé apenas de nada y cuanto más profundizo, menos aún. Los potentísimos buscadores de Internet y las aplicaciones generativas de Inteligencia Artificial pueden añadir, si cabe, una mayor incertidumbre adictiva al placer cansino y momentáneo de la recompensa de la pantalla.
El mundo lo conformamos ocho mil millones de mentes interconectadas desde la noosfera de la que todos formamos parte, donde no somos libres de pensar lo que deseamos. Estamos subyugados por una gran mente que nos piensa y aprisiona con repeticiones invalidantes. Se nos está distrayendo del privilegio de disfrutar de la naturaleza y del silencio; únicamente queda la compulsividad de enganchar un día con el otro y la recompensa superficial de lo inmediato.
Es preciso hacer una pausa y reflexionar sobre el verdadero significado de estar vivos para equilibrar el conocimiento mental con la paz interior. Hay que aprender a valorar los momentos de quietud y encontrar la belleza en la sencillez de la vida simple. El "Pleasure Express" debería transformarse entonces en una anécdota hormonal, en la que lo fundamental no resida en la materia, sino en el inmenso privilegio de ser conscientes de la existencia regalada, abrazando cada instante con agradecimiento y amor.
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