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DIOS, LOS NÚMEROS Y EL NUEVO MUNDO, 21 de julio de 2024

 

La sed nos impulsa a buscar el agua. Sentimos la sed, pero no la vemos. El agua, en cambio, sí, y eventualmente nos sacia, especialmente si es abundante, cristalina y fresca.

Aparentemente, Dios no se ve; se siente. Lo vemos en el cielo estrellado, en la naturaleza en su esplendor, en la sonrisa de un niño o en el aroma de una flor.

Dios se encuentra en todo, en lo bello y en lo menos bello, en la guerra y en la paz, en la coherencia y su contrario. Todo es Dios.

Descubrir racionalmente a Dios es como entender que se pueda sacar agua del mar con una concha para apagar un incendio. Dios no se ve, pero nos da pistas de su presencia en la armonía, la simetría, los fractales, las matemáticas, los patrones y las leyes de la naturaleza.

Según la Biblia, siete fueron los días de la creación, y así es su reflejo en el cuerpo humano: cabeza, cuello, tronco y extremidades. Siete son los colores del arco iris, las notas musicales y los cielos del islam. La importancia del número siete se refleja en que se menciona 700 veces en el Antiguo Testamento y 350 en el Nuevo.

Siete son también las categorías en las que se divide el espectro electromagnético, del cual percibimos, a simple vista, un limitado rango entre 380 y 750 nanómetros; a lo cual llamamos luz.

Las frecuencias no visibles se sitúan entre las extremadamente bajas, de diez elevado a siete, hasta las radiaciones cósmicas, de diez elevado a menos quince. La diferencia entre ambas frecuencias oscila entre los 100 Hz de las bajas y diez elevado a 23 de las cósmicas. Estas últimas emiten una intensidad tal que pueden destruir cualquier cosa que encuentren en su camino.

Algunos piensan que los números de Dios son meras coincidencias y que es el azar quien los determina. También creen que Dios es un invento humano para aplacar el miedo a la muerte o que la mente nos engaña. Sin embargo, no hemos creado nada de la nada, y mucho menos a Dios. Todo lo creado tiene un creador o un principio del que surge. Lo que hace el ser humano es estudiar y analizar lo que le rodea, con el fin de obtener algún beneficio de ello. Esto no es malo, al contrario, es bueno. Lo que aleja al hombre es el materialismo extremo, pasar de adorar a Dios a adorar al becerro de oro, sin importarle las consecuencias.

Los cielos de la Tierra nos protegen de las radiaciones cósmicas mediante la magnetosfera, capa protectora que desvía las frecuencias más dañinas y salvaguarda nuestras vidas.

 

Hablar de Dios es hablar de Amor y saber que reside en tu pecho, sin necesidad de más pruebas que un corazón transparente y desnudo.

Dios se encuentra en los números, en la simetría y la asimetría, en la magnificencia de lo trino y la cualidad de lo áureo, en el David de Miguel Ángel y la disrupción de la utopía, en la hermosura del manantial y en los niños que recogen plásticos de las orillas de ríos contaminados; o en los niños de Gaza, masacrados por las bombas.

El tres representa la Trinidad: tres personas en una, el padre, la madre y el hijo que somos cada uno de nosotros.

El doce representa las doce tribus de Israel, los doce apóstoles, los trabajos de Hércules, los meses del año y los caballeros de la mesa redonda, la totalidad y la plenitud.

La vida es tan delicada, prodigiosa e inesperada que la expansión del universo y las leyes que lo mantienen dependen de unas 20 constantes. A este delicado equilibrio se le denomina ajuste hiperfino. Si una sola de las leyes fundamentales no se mantuviera en su rango, el universo tal como lo conocemos nunca habría existido, dejando solo un infinito grumo de hidrógeno y helio expandiéndose por doquier sin propósito.

Dios es amor, y experimentarlo es lo más grande que nos pueda suceder. Si una mirada se cruza con él, una explosión neuronal sacude cerebro, corazón e intestinos, dejándote una huella imborrable. El primer amor puede cauterizar, pero Dios no; es llama viva que no quema y deja huella permanente, que ningún miedo o negación puede apagar.

Lo que diferencia al cerebro humano del de otras criaturas es un tipo especial de neuronas, que, según palabras de Santiago Ramón y Cajal, neurocientífico y premio Nobel de Medicina, son "células de formas delicadas y elegantes, misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas quizás algún día esclarecerá el secreto de la vida mental."

Esa vida mental es la realidad, aunque apenas percibamos menos del cinco por ciento de la misma. Realidad que contemplamos a través de miradas sesgadas, producto de años de repetir lo que otros dijeron, sin aventurarnos a salir de la cueva de Platón.

El primer día tras el confinamiento por el Covid, que pudimos salir de casa, mi esposa, un grupo de amigos y yo lo celebramos con una marcha desde Rascafría hasta el lugar conocido como La Isla, a orillas del río Lozoya. La experiencia resultó mágica; fue empezar a caminar y llenarnos de asombro. El aire mantenía una transparencia única, como si acabara de ser purificado. Por primera vez percibimos de manera sentida lo sobrenatural de la naturaleza. 

El vasto universo guarda misterios que los ojos humanos, amplificados por el telescopio James Webb, empiezan a vislumbrar: matices asombrosos, nuevas galaxias y un potencial de vida fuera de la Tierra.

Para descifrar el misterio de la vida, existen la inteligencia humana, la Inteligencia Artificial y, por supuesto, la Gran Inteligencia de Dios, accesible en estados elevados de conciencia. Entréme donde no supe y quedéme no sabiendo, toda ciencia trascendiendo, decía San Juan de la Cruz cada vez que su alma salía del cuerpo sin ser notada.  En este contexto, los seres humanos somos cuerda vibrante y cualidad esencial de los átomos, partículas y subpartículas presentes en todo lo creado: un infinitesimal reducto donde la conciencia y la inteligencia caminan cuánticamente entrelazadas.

La inteligencia sin conciencia es un horror; puede prolongar vidas en dolor inmenso y decidir cuáles merecen o no continuar. El Papa Francisco se vio obligado a publicar, en junio de 2023, una guía ética sobre la Inteligencia Artificial y su probable impacto en la humanidad. Él considera que la tecnología es algo bueno, pero también es consciente de su carácter disruptivo y del inmenso daño que a pesar de todo seguimos causando a la naturaleza. Espera que la guía sirva de orientación para la regulación gubernamental y nos recuerda el debido respeto hacia la vida humana y la de todos los seres sintientes.

Basta contemplar una col romanesca para sentir admiración. Cada espiral contiene el mismo número de flores, independientemente de su tamaño.

Los fractales son objetos de tipo geométrico cuya estructura básica se mantiene en diferentes escalas. Se encuentran en árboles, copos de nieve, gotas de agua y células.

Según la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), hemos contribuido a la extinción de entre 1.000 y 10.000 especies de animales o plantas en la Tierra debido a la deforestación, guerras, pruebas nucleares, plásticos, satélites, petróleo, destrucción del medio ambiente, caza e introducción de especies invasoras, entre otros. El ritmo actual de extinción se estima en 100 veces mayor que el ritmo natural.

La biomasa humana se calcula en aproximadamente 500 millones de toneladas, en comparación con los 700 millones de toneladas que representan los animales destinados al consumo humano, como cerdos, vacas, ovejas y aves. Según la FAO, en 2022 se sacrificaron 74.000 millones de animales destinados a la producción de carne en el mundo, incluyendo 2,4 mil millones de cabezas de ganado bovino, 1,5 mil millones de cerdos, 1,5 mil millones de aves de corral, 700 millones de ovejas y cabras, y 500 millones de patos.

Cuando era estudiante de la Universidad Laboral de Córdoba, de los catorce a los diecinueve años, solía pasear por su paraninfo o la explanada central. Me gustaba contemplar el cielo. Allí se encontraba Dios, a quien pedía que me ayudara a no sufrir tanto. En mi ingenuidad, creía que lo vivido hasta ese momento era cuanto iba a experimentar en la vida.

En uno de esos paseos me vino a la mente una enigmática frase, aparentemente sin sentido: "Hoy será lo que mañana pensaste".

Creo que estamos en ese mañana, que es hoy, ayer y todo lo que vaya a manifestarse. Por ello le pido a Dios de nuevo fuerza para estar atento y confianza para que el tránsito a la nueva Tierra sea suave y hermoso.

 

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