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PADRE, AGUA, POR FAVOR, 7 de mayo de 2024

Me estaba muriendo. Tenía azulados los labios y la nariz fría. Los remedios del médico no surtían efecto. Iba por la sexta bolsa de suero, inyectadas directamente en el abdomen. "Es cuestión de horas. El niño no saldrá de esta", lo siento, dijo.

 

Recomendó a mis angustiados padres la compra de un ataúd. Yo tenía un año y era su primer hijo. En mil novecientos cincuenta y tres muchos niños moríamos por deshidratación. Fui de los pocos que sobrevivió. A mi padre desesperado se le ocurrió verter unas gotas de agua en mi boca. Abrí los ojos, "aba, aba", grité y retorné a la vida.

 

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