LA NIÑA DE LA VENTANA, 7 de mayo de 2020
La niña se asoma por la ventana y arroja galletas María a los gorriones que dan saltitos. Me encuentro en la esquina este de la Torre Negra de José Antonio y Rebolledo Palma. El edificio negro que se ve al pasar por el kilómetro once de la carretera de Valencia. Espero a mi hijo. Le llevo alimentos para sobrellevar la cuarentena.
Cuando baja mantenemos la distancia de seguridad y nos damos un abrazo con la mirada.
El Ensanche de Vallecas reluce y refleja una extraña luz de primavera desde el brillante verde de sus árboles. Por un instante me palpo la cara para comprobar si llevo o no las gafas puestas; no es así. Las he olvidado en el coche. Debe de ser la transparencia del aire nuevo que asemeja un cristal limpio y traslucido. Nunca había experimentado algo semejante.
- Por favor, señor, reclama la niña de la ventana.
- Dime, cariño, respondo.
- ¿Puedes pisar las galletas?, dice.
- ¿Pisar las galletas?, repito.
- Sí, es para que se las puedan comer los pajaritos.
Nos reímos. Mi hijo se sabe también gorrión y toma los paquetes de comida que le entrego para ir desmenuzándolos poco a poco.
Francisco Limonche Valverde
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