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Cinco razones por las que agradecer la vida. 28 de marzo de 2024

  • Cinco motivos por las que agradecer la vida 
Hasta el día del confinamiento por el COVID y durante doce años estuve colaborando como voluntario en la inserción sociolaboral de personas en riesgo de exclusión social. Mi compromiso concluyó abruptamente alrededor de las doce del día quince de marzo de dos mil veinte, al finalizar el taller que estaba impartiendo. Me despedí, esperando poder volver cuando todo se normalizase. No fue así. Nuevos voluntarios se ofrecieron, y ya no me volví a postular. 
Doce años que fueron un regalo para mí. Cada día era un desafío en búsqueda de razones que mantuvieran la esperanza de mujeres y hombres que anhelan un empleo. Un trabajo y un salario digno son las mejores herramientas para elevar la autoestima, me decían, y así pude comprobarlo.
No fue fácil, pero sí apasionante. En ocasiones, me costaba encontrar argumentos inspiradores o ejemplos en mi propia vida, y me reprochaba por la incoherencia.
Puedo afirmar, no obstante, que no hubo día en el que no me sintiera transformado. La mayoría de las veces, salía de los encuentros agradecido y lleno de energía. Cuando estaba con ellos era como si algo tomara posesión de mí y guiara mis palabras.
No todos los aspirantes lograban sus objetivos. Provenían de diferentes ONGs y se esperaba que estuvieran en condiciones de recibir una semana de formación básica en búsqueda de empleo. Sin embargo, algunos se encontraban tan heridos que tiraban la toalla ante el primer obstáculo.
Las historias personales de cada beneficiario eran dignas de héroes. Algunos habían superado experiencias extremadamente difíciles, como malos tratos, adicciones, prostitución, delincuencia, familias desestructuradas, cárcel, pobreza extrema, infancias desdichadas, divorcios traumáticos y problemas con el alcohol. A pesar de todo, la perspectiva de conseguir un empleo los impulsaba de manera contagiosa.
Cuando alguno lo conseguía, el estímulo era doble. De una parte, y la más importante, para quien lograba el empleo; de otra, el personal y voluntarios de la Fundación que veían recompensados sus esfuerzos. Se celebraba como un logro y realmente lo era.
 
En mi caso y para preparar el taller que impartía sobre actitud en la búsqueda de empleo, leía libros, asistía a conferencias, talleres, encuentros. Todos los años hacía algún cambio en mi presentación y prácticamente todas las semanas me las ingeniaba con alguna propuesta o conocimiento nuevo, que yo hubiese adquirido y pudiera aportarles mayor convicción.
 
Asistí como alumno a un taller, que entendí me aportaba y a la vez podría venir bien a los beneficiarios fue “morir no es lo que parece”, sobre la importancia de aprender a morir a toda expectativa, incluida la propia vida, para renacer de nuevo. Lo impartía Fidel Delgado, psicólogo clínico de la Unidad de Psiquiatría del Hospital de la Paz de Madrid. 
Fidel Delgado se autodenomina titirepeuta. Se dice de sí mismo, porque enseña desde el humor y es una delicia escucharle. La importancia de hablar de cosas serias desde lo relajado de una risa te hace reflexionar y agradecer la vida y sus acontecimientos tanto gratos como menos gratos. Morir no es lo que parece. Una vez amortiguado el miedo, la enseñanza prende llama en la conciencia, y libera siquiera momentáneamente de pesos y fatigas. 
Fidel aún atiende en la transición entre vidas. Quizás sean miles a quienes ha facilitado el tránsito. Jubilado, sigue impartiendo formación de manera muy original e instructiva a personal médico, mayores y personas necesitadas de referencias sólidas en el momento más trascendente e importante de sus vidas. 
Nos decía en el taller de las muchas personas que mueren en soledad; sufriendo, con resentimiento o en apego a bienes materiales. Comentaba que bastaba a veces dar la mano al moribundo y escucharle sin juzgar para que se fuesen tranquilos. 
De sus enseñanzas extraje que el pensamiento tiene consecuencias. Una palabra no reflexionada puede añadir un peso insoportable a la mochila de quien te escucha. Las palabras pueden ser dardos, cuchillos o lanzas si no las meditamos; por el contrario, deben de ser caricia o silencio cuando no sea oportuno decirlas. Si no te preguntan no hables por hablar, a menos de que estes seguro. No pidas a quien esté triste que deje de estarlo. Intenta ponerte en el lugar del vulnerable. Su cabeza va a cien por hora y solo pretende sosiego para dar con lo que busca. 
Un mensaje de WhatsApp me condujo a Bronnie Ware, enfermera australiana. Fruto de su experiencia atendiendo enfermos paliativos escribió el libro "Los cinco arrepentimientos de los moribundos”. 
Había asistido antes de Bronnie Ware a un taller impartido por una enfermera de urgencias de Madrid. Coincidía esencialmente con los hallazgos de Ware, enfatizando los aspectos más fundamentales de la atención y la toma de decisiones de las familias en un momento tan crítico. Si el médico no llega a tiempo, el 112 puede proporcionar orientación telefónica. 
Los lamentos de los moribundos, según Bronnie Ware, surgen cuando estos se dan cuenta de que no les queda tiempo para enmendar errores y de que han vivido una vida que no era la que ellos querían, sino la de sus padres, ego o entorno. No haber pasado suficiente tiempo con sus hijos, esposa o amigos, absorbidos por el trabajo o el entretenimiento vano. No haber sido fieles a sí mismos. No haber expresado lo que sentían, reprimiendo el amor y la ternura o manteniéndose en silencio ante lo que les perturbaba. El último reproche que suele hacer es no haber sido más feliz.
 
Descubrí otros cinco acuerdos, argumentos o razones en dos libros que me encantaron. Proceden de principios filosóficos de la cultura tolteca, adaptados al lenguaje actual. Fueron popularizados por el doctor Miguel Ruiz en un primer libro en 1997, y completado años más tarde por su hijo, también Miguel Ruiz y doctor. El primero de los libros se titula "Los cuatro acuerdos"; el segundo, "Los cinco acuerdos". 
Estos son los acuerdos: 
• Sé impecable con tus palabras: eres dueño de tu silencio y esclavo de lo que dices. 
• No te tomes nada personalmente: la vida se trata de todo y no va contra nadie. Tal vez si en lugar de enfadarte te pones en el lugar de quien te grita o insulta, entenderás el dolor que siente. Eso sí, toma precauciones y huye de las agresiones físicas o emocionales. 
• No hagas suposiciones: suponer es inventar, especular o crear una historia. Si tienes dudas, pregunta; si no te responden, no insistas. 
• Haz siempre lo máximo que puedas: si lo haces, nunca te arrepentirás. Si dejas algo a medias o lo haces con pereza, es posible que lo lamentes. Por último, sé escéptico, pero aprende a escuchar. No todo lo que se dice es cierto. En ocasiones incluso puede resultar perjudicial. Pásalo por el filtro de la razón y la conciencia, y si es algo que llega de Internet, asegúrate de que sea cierto. Hay medios para hacerlo. 
Mis cinco razones particulares provienen de la orientación que he buscado en mi propia vida desde niño. Todavía cometo errores, pero cada vez menos. También puede ser que me esté haciendo mayor. 
He fallado a mi conciencia en varias ocasiones; la mayoría inducido por el miedo, si bien esto no me justifica. Aun así, me perdono y pido perdón por si he dañado a alguna persona, animal o planta, consciente o inconscientemente. Hay cosas que he dejado resueltas; otras, creo que muy pocas, permanecen pendientes.
Propongo cuatro puntos cardinales de orientación de la conciencia, situando la misma en el centro como quinto elemento: 
• Norte: amar y ser amado.
 • Sur: fe, confianza, agradecimiento por la vida. 
• Este: palabra 
• Oeste: respeto por la vida propia y ajena. 
El Norte es meta y sendero. Somos amor y de amor hemos de dar cuenta al llegar la tarde. Aplicarlo no resulta nada fácil; implica voluntad profunda y disciplina sentida. 
La vida a veces se presenta muy dura, especialmente para las personas en situación vulnerable. Sin embargo, aún más difícil es para cualquiera sobrevivir sin dar sentido o propósito a todo lo que se le presente. 
Sólo temo una cosa, no ser digno de mis sufrimientos. Esta cita de Dostoievski mantuvo al psiquiatra Viktor Frankl en la certeza de que su vida tenía sentido incluso en los infiernos de Dachau y Auschwitz. 
Viktor Frankl pudo haber evitado ser detenido e incluso escapar en dos ocasiones con cierta seguridad. En ambas se echó para atrás. Le retuvieron los ojos de los moribundos, a los que la única asistencia que podía dar era sujetarles la cabeza y acariciar mientras expiraban. 
Al Este, la palabra como fuego de espíritu que se transforma en materia. Luz del alma mutada en bien para los cuerpos y conciencias. La palabra es una de las acciones de nuestro albedrío que conlleva mayor responsabilidad. Por ello su uso debe de ser impecable, cada cual como se sepa expresar.
 
Por favor, no utilicéis la palabra en vano y menos aún para ofender u ofenderte; ser condescendiente o lastimar a tus semejantes. 
Al Oeste, la vida como el bien más preciado a proteger. Nuestros cuerpos tienen fecha de caducidad. Conviene cuidarlos y no malgastar antes de tiempo. 
La vida es el bien más preciado que tenemos y el cuerpo un regalo de Dios. Debemos de cuidarlo y no malgastarlo de manera inútil. Respeta tu vida, cuerpo y el de los demás. Son talentos que Dios nos ha dado para duplicar.
La confianza y la fe son fundamentales para una vida plena. Confía en ti mismo, en tus amigos, en tu familia, en la humanidad, país y en Dios. Todos somos necesarios en este mundo; desde quienes aparentan mayor brillo, hasta quienes alargan la mano reclamando el debido respeto y ayuda.
 
Pensar es un acto similar al de respirar. Inspiramos oxígeno y pensamientos con una frecuencia similar. Si por una u otra razón dejásemos de hacerlo, cinco o diez minutos más tarde podríamos llegar a morir. Ambas actividades exigen atención y discernimiento.
Ser impecable con el pensamiento es una decisión que beneficia tanto a quien la toma como a quien se encuentra a su lado. Pensar una cosa, decir otra; hacer distinto y emitir diferente es sencillamente una locura. Pero, en muchas ocasiones sucede así. 
Para concluir las cinco propuestas del Doctor Ostaseski: 
• No esperes. La vida es demasiado corta para esperar. Empieza a vivir hoy mismo. 
• Acepta todo. No rechaces nada de lo que te suceda. Toma las cosas tal y como son. 
• Pon todo tu ser en la experiencia. Vive cada momento al máximo.
 • Busca un lugar de reposo en medio de la agitación. Encuentra un espacio donde puedas relajarte al menos unos minutos cada día. 
Dos certezas:
 
• La vida no acaba con la muerte. Es una experiencia que continúa siempre.
 
• Cada cual ha de dar los pasos necesarios en su camino de vida. Ni siquiera por un hijo se puede caminar; sí facilitarle todo cuanto sea necesario o sea posible, además de alentarle y animarle a que prosiga, sin olvidarse por ello de la atención que debemos a nuestro propio viaje.

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